Tras disputar el Europeo de Austria en 2009, Alberto Abejón Valverde, más conocido por todos como “Abeja”, se fijó como meta volver a disputar con el Equipo Nacional el Europeo de 2013. Entre un Campeonato de Europa y otro, a Alberto le dio tiempo de escribir una de las páginas de superación más bellas de nuestro estimado deporte.
En Wolfberg’09 era un jugador inexperto rodeado de jugadores mucho más rodados que él, lo que le impidió destacar como a le hubiera gustado. Se propuso, entonces, prepararse mejor físicamente y seguir nutriéndose del football, necesario para ser una pieza clave del combinado español. En su equipo de toda la vida, Black Demons de Las Rozas, comenzó a adquirir los galones necesarios hasta convertirse en el jugador franquicia prácticamente un par de años después. Para Alberto el football era muy importante, casi una forma de vida y sus compañeros demonios, su familia. Casi tan importantes como todos ellos, eran también los chicos y chicas a los que les imparte clase de esquí y snowboard durante la temporada invernal y que junto al football le llena su saludable vida de actividad física y sobre todo mucha carga emocional.
Todo iba como él había planeado para conseguir su objetivo, su cuerpo había cambiado gracias a un específico trabajo en el gimnasio que le había hecho ganar bastante músculo y se sentía preparado como nunca para afrontar una nueva temporada, la 2011/2012. Las cosas no comenzaron como él había planeado y en el primer partido de la Copa de España sufrió una lesión que le frenaba la progresión. La fractura de peroné sufrida por stress, la superó con cierta facilidad gracias a su gran dedicación y predisposición por recuperarse, para comenzar la Liga en plena forma física. En un par de meses volvía a ponerse el casco y la coraza para comenzar a preparar la LNFA, donde su equipo tenía, como máximo objetivo, conseguir el ascenso a la LNFA Élite tras el descenso del año anterior. Pero la vida le iba a poner una dura prueba para comprobar su auténtica fortaleza.
Todo cambió el día en que detectó un extraño bulto en su cuerpo, un diminuto bulto del tamaño de un grano de arroz depositado en sus testículos. Eran los primeros días del mes que cerraba 2011, cuando decidió ir a ver a un médico. En plenas Navidades se realizaba una ecografía para ver el alcance del extraño cuerpo y sin casi ni tiempo para asimilar todo lo que le estaba pasando, veía como el día de Reyes entraba en quirófano para que le extirparan uno de sus testículos al haberse confirmado, tras la biopsia, que se trataba de un tumor maligno.
A pesar del duro golpe que supone para un chaval joven, con una sana vida dedicada al deporte, saber que el cáncer ha decidido entrar en su vida y ponerle a prueba, Alberto no quiso alarmismos, sino todo lo contrario. Lo primero que hizo fue preguntarle a su médico cuando podría volver a jugar y sobre todo cuando podría volver a estar con sus chicos en las montañas nevadas de Andorra. No tenía ninguna duda de que ese partido lo iba a ganar y lo que quería hacer era ganarlo cuanto antes. Más tarde, tras salir de la consulta, habló con su novia Ana, con quién había iniciado la relación hacía apenas tres meses. No quería ser un problema ni una carga para su pareja y así se lo comentó y se lo quiso hacer ver, aunque Ana, sin dudarlo lo más mínimo, le mostró todo su apoyo y prácticamente le trató de loco, si se pensaba que iba a alejarse de él. Más bien sucedió todo lo contrario, se convirtió en su apoyo más incondicional, algo que le estará eternamente agradecido.
Lo mismo sucedió con su familia que estuvo desde el primer momento a su lado, así como sus compañeros de Black Demons que se volcaron en él. En el equipo de Las Rozas este tema no les venía de nuevo ya que, precisamente su fundador Esteban Gómez, falleció de cáncer hace unos años. A Alberto le unía una grandísima amistad con él, a quién cariñosamente y con demasiada añoranza recuerda como “mi mentor” y a quién su muerte le afectó demasiado. Quiso llevarlo con él toda la vida y por ello le rindió hace tiempo su particular homenaje al tatuarse en su pierna el número que Esteban llevaba en la camiseta de los demonios y que le acompañará para siempre. Quizás esta coincidencia, causada por un capricho del destino, le hizo todavía más fuerte. Quería luchar también por su gran amigo y no iba a permitir que el maldito cáncer se lo llevara también a él.
Con su particular buen humor, su contagiosa sonrisa y una increíble dosis de positividad, comenzó el primer ciclo de quimioterapia a finales del mes de enero. Su ingreso en el hospital no fue nada traumático, más bien todo lo contrario. Él sabía que lo que le iban a tratar no era un simple constipado, pero no dejó de estar animado y rápidamente su habitación se convirtió en su particular salón de juegos con su espontaneidad y su alegre manera de ver la vida. La quimio le debilitó, y mucho, hasta el hecho de que su cuerpo rápidamente se transformó. Perdía pelo al mismo tiempo que perdía los kilos que tanto sacrificio en el gimnasio le habían costado ganar. Un simple paseo de doscientos metros por los aledaños del hospital, de la mano de su inseparable Ana, le agotaba más que un partido con sus queridos Black Demons, pero a pesar de ello se lo tomaba con filosofía y buen humor. Sabía que eran etapas por las que debía pasar, que su cuerpo debía tocar fondo para poder limpiarse totalmente, pero que pronto volvería a sentirse mejor.
Tras casi dos meses con el tratamiento, por fin lo terminó. No tenía la certeza de estar totalmente limpio hasta las siguiente pruebas, pero él mismo notaba la mejoría hasta tal punto que lo primero que hizo, en cuanto pudo, fue escaparse a la nieve con sus alumnos. Tan sólo pasaron doce días desde que terminó la última sesión de quimioterapia, hasta que se puso de nuevo encima de una tabla de snowboard. Su primera bajada deslizándose por la nieve no la olvidará en su vida. Volver a sentir la sensación de libertad que siente haciendo una de las cosas que más le llenan le provocó que, antes de completar su primera pista, tuviera que parar un momento para limpiarse las lágrimas de emoción que corrían por sus mejillas y así poder terminarla, para fundirse a continuación en un abrazo con toda la gente que le acompañaba en su reencuentro con la montaña. El cansancio físico que sentía lo contrarrestaba con una inmensa alegría al verse otra vez entre los suyos.
PRUEBA SUPERADA
Dos semanas más tarde llegaba el día de visitar al médico para pasar el primer control y su visita no pudo tener mejor final, su lucha contra el cáncer estaba en la recta final y su cuerpo estaba limpio de cualquier elemento tóxico. Superada la peor fase del proceso, Alberto seguía con una sola idea en su mente y era saber cuándo podría volver a sentirse un demonio más sobre el terreno de juego con el casco y las hombreras puestas. Una vez superada esta delicada etapa de su vida, quería volver cuanto antes a la normalidad. No tardó demasiado en cumplir un nuevo sueño, apenas quince días transcurrieron desde su visita al doctor hasta su regreso a los campos. Su equipo estaba teniendo una gran temporada, a pesar de su acusada baja. Mantenían las opciones intactas para ascender de categoría y justo para el tramo decisivo de la temporada, el “Abeja” se reincorporaba a la disciplina de los Demons. Su posición natural de running back estaba siendo bien ocupada por otros compañeros, además de ser una de las posiciones que requiere mejor forma física. Su entrenador era consciente de las limitaciones en la preparación de Alberto pero no quería dejarle sin premio tras su lucha en los últimos meses y también era consciente de que su regreso sería moralmente un empujón muy importante en la marcha triunfal de su equipo.
Finalmente, no jugó en el ataque que él capitaneaba antes de la enfermedad, pero sí que pudo disfrutar de algunas jugadas como cornerback en la faceta defensiva. Esas cuatro o cinco jugadas que pudo jugar contra Santurtzi Coyotes el 17 de Abril, justo tres meses después de enterarse de que ese granito de arroz que había descubierto en su cuerpo era un tumor maligno, le supieron a gloria y lo recuerda como uno de los momentos más emocionantes e inolvidables de su vida. Precisamente ese partido no sólo era su regreso a los terrenos de juego, sino que además había sido organizado en beneficio a la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer), con una gran recaudación tras la aportación de gran parte de los asistentes al Campo de El Cantizal de Las Rozas, por lo que la felicidad de Alberto no pudo ser mayor. El triunfo final sobre Coyotes era lo menos importante para él, aunque les situaba en una primera posición que mantendrían tres semanas más, hasta disputarse la final de la LNFA en el propio campo roceño ante Valencia Giants. La victoria conseguida en este último partido les dio el ascenso directo a la LNFA Élite, completando un increíble final, en una temporada que había comenzado con la impactante noticia de su enfermedad.
REGRESO A LA ÉLITE
Tras su regreso a los campos su lucha no había terminado. Su propósito de disputar el Europeo del 2013 en Milán seguía en pie y tras superar la prueba que la vida le puso por en medio, ahora le tocaba demostrar que podría ser uno de los 45 jugadores que representaría nuestro país en el Campeonato de Europa. Tras regresar a la élite del football nacional se puso de nuevo manos a la obra, nuevas sesiones de gym para recuperar el tono muscular perdido y una dosis inacabable de fuerza de voluntad. Poco a poco fue superando los cortes en los try outs del Equipo Nacional hasta ser seleccionado para disputar su segundo Europeo con España.
En su viaje hacia Milán, un interminable trayecto en autocar desde Madrid de casi 24 horas, le dio tiempo a repasar sus experiencias vividas en el último e intenso año y medio. En el camino no podía evitar acordarse de sus padres, su hermana, su querida novia Ana y toda la gente que ha estado a su lado durante este tiempo de lucha. No podía dejar de pensar en el gran apoyo que recibió de su entrenador Carlos Vallespín, a quién siempre le estará agradecido por buscarle un sitio en el equipo tras la operación y poder darle esos minutos jugados al final de la pasada temporada y que disfrutó como nunca antes lo había hecho. También se acordaba de la grata sorpresa que se llevó cuando veía que Sebas Serrano, entrenador principal de su gran rival Osos Rivas, semana tras semana se ponía en contacto con él para animarle en su lucha contra el cáncer, dándole todo su apoyo y siguiendo el proceso por el que estaba pasando. Sabe que nunca estuvo solo, que siempre tuvo la mejor compañía de sus compañeros demonios, de los que no quiere destacar a ninguno porque todos se portaron de manera ejemplar y gratificante, y de sus queridos alumnos, a los que recordaba al pasar la frontera y ver a lo lejos las montañas de los Pirineos. Esas montañas que siempre disfrutó bajando y que fueron lo primero que le preocupó perder en su momento.
Su momento álgido lo viviría un par de días más tarde cuando, enfundado de nuevo con la camiseta del Spain Team, escuchaba junto a sus compañeros el himno nacional en el Estadio Vigorelli, instantes antes de debutar en el Europeo ante Italia, selección anfitriona. Volver a verse con el casco puesto en una importante competición internacional, le produjo la misma sensación que sintió en la primera bajada sobre su tabla de snow tras las sesiones de quimio. Sus lágrimas volvieron a aparecer pero esta vez llevaban escrito un sentimiento de alivio y una sensación de plenitud y satisfacción que, tan sólo alguien que haya pasado por este proceso, puede entender.
Los resultados de los partidos fueron lo de menos, sabía de antemano que las otras selecciones eran claramente superiores, sobre todo físicamente, pero el volvió a darlo todo e incluso se convirtió en uno de los corredores más destacados en los minutos que pudo estar con el balón en sus manos, como a él le gusta. Tenía claro que él iba a darlo todo y como claro ejemplo pudimos ver como en su afán de aportación al equipo, pedía al médico ,y a quién se encontraba a su paso, que le dejaran regresar al campo tras una pequeña conmoción cerebral que sufrió en la primera parte del partido ante Italia. Lógicamente y muy a su pesar, el cuerpo médico y el staff técnico prefirieron reservarlo para los siguientes encuentros ante Gran Bretaña y Serbia. Alberto siempre está dispuesto a dejarse la piel en el campo y como él se define, es un “soldado” más dentro del equipo, luchando por defender la camiseta española junto a sus hermanos, y esas ganas, esa perseverancia, ese compañerismo y esa positividad para enfrentarse a la vida, es precisamente su manera de vivir, la que le ha llevado hasta convertirse en lo que es.
Ahora ve la vida de diferente manera, con su misma alegría y su inseparable sonrisa pero la vida la ve sin las preocupaciones de antaño. Sabe que debe seguir trabajando en su camino por un “plan de acción pero hay que vivir el día a día y disfrutar de las experiencias que nos pasan por delante sin apenas darnos cuenta” como él comenta. Esas “pequeñas cosas” de las que le gusta hablar a Alberto. Se ha dado cuenta de que hay mucha gente a su alrededor que le ha demostrado más de lo que nunca hubiera imaginado. Gente que ha aparecido en su vida para quedarse para siempre, esa a la que siempre le estará agradecido. También se llevó desagradables sorpresas, como siempre suele pasar, pero esas ya están situadas en el desván del olvido y tan sólo quiere pensar en la gente que le llena y que ha decidido seguir el camino de la vida a su lado.
– C.Llitjos