Llevar a tu equipo a una BCS Bowl en tu primer año como head coach no es precisamente una mala carta de presentación. Dana Holgorsen puede estar contento con el rendimiento de su equipo, y es que pocos esperaban ver a West Virginia llevándose el título de la Conferencia Big East considerando las circunstancias que rodearon el programa meses previos al inicio de la temporada: desde los problemas de comportamiento de Holgorsen, en aquel momento coordinador ofensivo y head coach in waiting, en un casino local, pasando por las asperezas entre entrenadores de ataque y defensa dentro del coaching staff y finalizando por los falsos informes enviados por el head coach Bill Stewart a la prensa para desacreditar al propio Holgorsen, acción que desencadenaría en la salida por la puerta de atrás de Stewart y en Holgorsen tomando el puesto de HC 1 año antes de lo previsto.
El camino de Clemson hacia Miami ha sido mucho menos bacheado. Los Tigers serían una de las sorpresas del año tras comenzar con un inesperado record de 8-0, victorias frente a los favoritos de la ACC (Florida State y Virginia Tech) incluidas. Desafortunadamente para el conjunto dirigido por Dabo Swinney el partido frente a la Georgia Tech de Paul Johnson desencadenaría una racha de malos resultados: en un periodo de 4 semanas Clemson permitiría 133 puntos a sus rivales (por los 71 puntos de los del Sur de Carolina), o lo que es lo mismo, 1 victoria por 3 derrotas, lo que dinamitaba cualquier esperanza de luchar por el Campeonato Nacional. En un guión similar al partido de temporada regular los underdogs Tigers darían la sorpresa frente a los hookies del legendario coach Frank Beamer, asegurándose así su participación en la Orange Bowl.
Una Orange Bowl en la que veremos espectáculo ofensivo por encima de todo. West Virginia es uno de los 3 equipos en el país que cuentan con un pasador de 3.500 yardas y dos receptores de 1.000 yardas cada uno. Este éxito aéreo de los Mountaineers ha sido posible gracias a Geno Smith, quien ha cambiado, gracias a su skill set, la filosofía ofensiva que tantos años llevaba instaurada en los de Morgantown con QBs corredores como Pat White o Jarrett Brown ejecutando la spread-option-offense a las mil maravillas.
Stedman Bailey y Tavon Austin son la pareja de receptores favorita de Smith. El primero se ha convertido en uno de las amenazas profundas más peligrosas del país (incluso para la talentosa secundaria de LSU), mientras Austin es el chico para todo. El sophomore Ivan McCartney cumple con el mismo rol que poseía Justin Blackmon en OSU bajo el mando de Holgorsen en 2010 (receptor aislando en el lado opuesto a Bailey y Austin) aunque con bastante menos éxito. El alto octanaje con el que cuenta West Virginia se ha visto sin embargo muy limitado por los problemas en una línea ofensiva que se ha visto desbordada en su propia conferencia (a pesar de su mala fama la Big East cuenta con muchísimo talento en la línea defensiva).
El juego de carrera no ha sido tampoco un punto fuerte: 5 semanas tardó el staff en encontrar un feature-back en el true freshman Dustin Garrison, quien compensa su falta de tamaño (5-8, 165 lbs) y velocidad con excelente visión. A pesar de promediar 117 yardas por partido, una cifra aceptable considerando el éxito por aire, el juego de carrera ha sido muy inconsistente a lo largo de todo el año, prueba de ello son las 63 yardas de promedio en un intervalo de 6 partidos, donde WVU obtendría un record de 4-2.
El match-up a observar a este lado del balón será la batalla en las trincheras. El (único) punto fuerte de la defensa Tiger se encuentra en una línea defensiva liderada por el DE senior Andre Branch (10,5 sacks en 2011) y el NT Brandon Thompson, ambos posibles elecciones de 1ª ronda en el draft. Si la undersized OL de WVU consigue limitar el castigo a su signal caller, tanto Austin como Bailey tendrán una buena tarde, y es que Clemson cuenta con escaso talento en su back seven.
Si la llegada de Holgorsen y su filosofía “Air Raid” ha revitalizado el ataque de West Virginia, Chad Morris ha hecho lo propio con Clemson, lo que le ha servido incluso para despertar interés de otros programas a pesar de haber estado un solo año como coordinador ofensivo bajo el staff de Dabo Swinney.
La mejoría de esta ofensiva tiene nombre propio: Sammy Watkins. El true freshman (2086 yardas totales) ha puesto patas arriba el mundo del college football realizando big plays partido tras partido ya sea recibiendo, corriendo o retornando punts. La batalla frente al CB Keith Tandy (el mejor cover corner que posee WVU) se presenta apasionante.
Pero un buen ataque no se basa en un solo jugador, se necesita a otro receptor que aproveche la vigilancia que recibe Watkins…Clemson tiene dos: Dwayne Allen, posiblemente el mejor tight end del país (48 recepciones para 577 yardas y 8 TDs) y DeAndre Hopkins, quien a pesar de perderse varios entrenamientos previos al partido se espera que dispute el mismo al 100%.
Con un supporting cast de este calibre a nadie debería sorprender la temporada de Tajh Boyd. El redshirt sophomore ha firmado una excelente temporada en su primer año como titular, dirigiendo uno de las ofensivas más excitantes de ver en todo el panorama colegial.
Clemson también posee más talento en el backfield gracias a la figura de Andre Ellington, quien tras la graduación de Jamie Harper se ha convertido en el auténtico workhorse back de los Tigers (1062 yardas y 10 TDs).
Tras una mala racha (2 TDs por 5 intercepciones en las 3 derrotas) será interesante ver si Tajh Boyd es capaz de proteger el balón como hizo frente a Virginia Tech en el ACC Championship Game. Afortunadamente los Mountaineers tienen al jugador perfecto para sacar de ritmo al QB rival: Bruce Irvin (21,5 sacks en los 2 últimos años) es uno de los mejores pass rushers del país, y aunque esté jugando fuera de posición en la defensa 3-3-5 de WVU posee el atleticismo y la velocidad (fue receptor y safety en el instituto) para desquiciar a Boyd durante todo el partido.